La tecnociencia, en función de la previsibilidad de la sentencia, es un camino obligado para la consecución de la ansiada y nunca del todo lograda “certeza” ilustrada del derecho, que se identifica en la famosa frase, según la cual el juez debe ser la “boca de la ley”[1].
Renato Borruso recuerda que “La Ilustración, al situar la concepción filangeriana de la ley en la base de la tripartición de poderes, no habló de ‘ley-algoritmo’, pero es evidente que, aun sin decirlo expresamente, concibieron la ley precisamente como un algoritmo”[2].
2] El círculo argumentativo dirigido a la necesaria eficacia del derecho y de la técnica de creación de la norma jurídica encuentra su fundamento plástico en la siguiente reflexión: “Y si los números han sido la herramienta para calcular todo lo necesario para enviar al primer hombre a la luna, si han sido la herramienta para codificar la información genética (las matemáticas de Kurt Friedrich Gödel, de John von Neumann, de James Dewey Watson y Francis Crick sirvieron, (Las matemáticas de Kurt Friedrich Gödel, John von Neann, James Watson y Francis Crick han servido, aplicadas a otras disciplinas, para comprender los mecanismos de la propia Naturaleza, como profetizó Galileo: “Las matemáticas son el alfabeto con el que Dios escribió el universo”). El propio Platón, con su metafísica, dio a las matemáticas un papel fundamental en el conocimiento humano”[3].
En la perspectiva propuesta por Luigi Viola, el conjunto de los argumentos anteriores cristaliza trazando una vía innovadora capaz de dar nueva vida a los objetivos de la jurisprudencia del siglo pasado, aportando, en el nuevo milenio, una renovada confianza en la lógica y en las matemáticas: “Hipótesis del recurso a las fórmulas matemáticas (rectius: fórmulas lógicas) a partir de las disposiciones que en los sistemas jurídicos de derecho civil proporcionan criterios para la exégesis de los textos normativos, liberando al sistema de limitaciones que no son de naturaleza jurídica, no perjudica las prerrogativas del juez y no desvirtúa la entidad del propio sistema, sino que aumenta la fiabilidad de ambos en términos de credibilidad y respeto al derecho”[4].
[1] Per un quadro storico/evolutivo del ruolo del giudice si rinvia al contributo di L. Violante, L’evoluzione del ruolo giudiziario, in disCrimen, 2018 (edito anche in Criminalia, Annuario di scienze penalistiche, 2015): «Nel corso della rivoluzione francese l’Assemblea nazionale, in omaggio a questo principio, e in odio ai meccanismi autoritari dell’Ancien régime, incentrati attorno al potere del Re e dei suoi giudici, emanò il 16 agosto 1790 un decreto rivoluzionario che all’articolo 21 stabiliva: “Ils (i giudici) ne pourront point faire de règlemens, mais ils s’adresseront au corps législatif toutes les fois qu’ils croiront nécessaire, soit d’interpréter une loi, soit d’en faire une nouvelle.”…omissis…Superato il periodo rivoluzionario, quel brocardo non è stato più inteso letteralmente. Ha segnato piuttosto la necessità della soggezione del giudice alla legge come fondamento della sua legittimazione. Alla sua dissoluzione, come vedremo, hanno concorso in pari misura tanto la crisi della legge quanto le nuove domande che la società ha avanzato nei confronti dei giudici, ben al di là della pura applicazione della legge».
[2] R. Borruso, Discrezionalità e autonomia del giudice (Discorso tenuto il 12 dicembre 2001 ai giovani magistrati); R. Borruso, Discrezionalità e autonomia del giudice. Il contributo dell´informatica giuridica, in Il diritto dell’informazione e dell’informatica, Vol. 18, N. 2, 2002, 309-320.
[3] V. Casalnuovo, Justice Machines in Giustizia predittiva e interpretazione della legge con modelli matematici (a cura di L.Viola), Diritto Avanzato, 68 e ss.
[4] G. Ludovici, La giustizia predittiva come strumento necessario per l’affrancamento dal precedente vincolante, in La Nuova Procedura Civile, 5.2.2021. Id., Giustizia predittiva, diritto vivente e temerarietà, in La Nuova Procedura Civile 28.1.2020.